domingo, 25 de mayo de 2014

TEATRO EN LA ÉPOCA FRANQUISTA DE LOS AÑOS 40

La mayoría de los autores anteriores a la Guerra Civil mueren o se exilian. Y los que se adaptan a las circunstancias y siguen estrenando no escriben obras de verdadero interés (Benavente, Arniches). Por tanto etapa de búsqueda, entre los que resulta sintomático un teatro existencial. Se adaptan comedias extranjeras mediocres y de diversión, pero no pueden competir en ese terreno con el cine. Dentro de ese teatro comercial y conformista, aparece una corriente de nuevos autores seguidores de la comedia benaventina, un tipo de alta comedia que se caracteriza por: el predominio de comedias de salón o de los dramas de tesis (la obra está concebida como demostración de una tesis, es decir, de un principio filosófico, político, etc. del que es partidario el autor. Se acerca a la literatura parafernalia.); y una preocupación por la obra bien hecha, con un diálogo cuidado. Aparece también una corriente de teatro cómico, la más interesante de la época. Que pretende renovar el teatro de humor introduciendo lo inverosímil y lo absurdo, pero cuya novedad también se estrella contra el gusto del público, y por tanto, tuvieron que moderar sus innovaciones para tener éxito (Jardiel Poncela, que se había propuesto renovar la risa introduciendo lo inverosímil y que después no funcionó con el público, o como Miguel Mihura al que le sucedió algo parecido. Ambos presentan facetas que se han considerado precedentes en el teatro del absurdo). Y por último un teatro grave, preocupado, inconformista y existencialista (Buero Vallejo -Historia de una escalera, Alfonso Sastre -Escuadra hacia la muerte-) que desemboca en el teatro social de la etapa posterior. Son obras de un teatro “distinto” que quiere hacerse un sitio en la escena, frente a lo trivial o lo convencional.


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